...O a la inversa, cuando el típico enterado arrampla con la carta y elige sin consultar uno muy bueno, según asegura, pero también muy caro, que hemos de pagar entre todos, lo bebamos o no?
Cuando elegimos un perfume lo hacemos por su fragancia, por las sensaciones que provoca, también por su imagen, por qué no; pero no sabemos, ni pretendemos saber cómo se elabora. Por qué no ocurre lo mismo con el vino? Por qué saturamos al consumidor con información técnica, que está bien para quien quiere conocerla, pero sobra para el que simplemente quiere disfrutar de un buen momento. El exceso de información aleja al consumidor incipiente y al potencial, de nuestro producto, le acompleja, hace sentir que el esfuerzo de aprendizaje de los términos, las regiones, las sensaciones que debe percibir, no vale la pena por un efímero momento de gozo.
Permítanme otro ejemplo: la Fórmula Uno enganchó al gran público en España con las victorias de Alonso, la emoción, el espectáculo. Luego acabamos sabiendo qué es un pit stop, un safety car o el paddock. Si de entrada nos hubiesen dicho que teníamos que saber todo eso para disfrutar cualquier tarde de domingo de una carrera, la mayoría ni habríamos encendido el televisor.
España es el país productor con menos consumo per cápita. El vino se asocia a complejidad, cuando no a “viejuno”. En términos generales, el sector no ha sabido segmentar su mensaje y adaptarlo a distintos tipos de consumidor. Necesitamos progresividad para captar al gran público, hacerle ver que todo es mucho más simple. Orientarnos en términos de comunicación a las sensaciones, a las emociones y a la imagen, por encima del conocimiento. Éste vendrá después para el consumidor avanzado que quiera saber más.
Existe una obsesión por educar al consumidor, por formarle en torno al mundo del vino. Humildemente creo que deberíamos de confiar más en nuestro producto, dejar que convenza por sí mismo. El objetivo ha de ser que lo prueben, no que se doctoren en su conocimiento.
Son los profesionales quienes deben estar formados para aconsejar al consumidor según sus gustos. Los hosteleros, los sumilleres, los dependientes de las tiendas y grandes superficies, los distribuidores, etc. son el eslabón clave para presentar el producto: han de conocerlo en profundidad para trasladar el consumidor la síntesis que necesita conocer y ayudarle a dar el paso de probarlo. El resto, como se ha dicho, ya lo hará el vino.
Artículo publicado en el suplemento 'Galicia en Vinos' de Faro de Vigo.
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